martes, 4 de marzo de 2014

Pembroke BOOKS


Vell Russafa




 A veces me complace pensar que mis primeros momentos de lucha por la vida vinieron acompañados, como marcha triunfal, por el desmenuzamiento de  Moby Dick. Ello explicaría mi naturaleza extremadamente aventurera. En otras ocasiones, cuando me siento especialmente proscrito y estrambótico, estoy convencido de que el culpable es el Quijote. Oigan esto : “En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro de manera que vino a perder el juicio. […] En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante. Contemple usted al Caballero de la Triste Figura : vanidoso, testarudo, apayasado, ingenuo hasta la ceguera, idealista hasta incurrir en lo grotesco… Lo cual viene a ser como describirme en pocas palabras. La verdad es que nunca he estado bien de la cabeza. Lo que pasa es que yo no ataco molinos de viento. Hago algo peor : sueño con atacar molinos de viento, estoy deseando atacar molinos de viento y a veces imagino que he atacado molinos de viento. Molinos de viento o molinos de cultura – digámoslo de una vez - , los más deleitables e inasibles de los objetos, trituradoras eróticas, molinitos lascivos de lujuria, factorías carnales de raros goces, fantasilandias de fornicadores frustrados,  cuerpo mismo de las Beldades. Y al final. ¿cuál es la diferencia? Una causa perdida es una causa perdida. Pero no me voy a obsesionar con esto ahora. Ya me obsesionaré más adelante.

Firmin - Sam Savage